La
tempestad de mi vida no es más que un laberinto, ¿sin salida? Tal vez no es el
momento de encontrarme, deseo estar perdida.
Como
dos dioses la poesía y el rock me dan la mano, y en lo más profundo del abismo
de mis sueños me vuelven viva, resucitándome entre las olas, agresivas olas, de
mi misma.
Es
absurdo el perfecto el compás cuando abro los ojos, pero cuando los abro más y
nada importa, y nada está, no es mi grito si no un cántico lejano, y yo me
divierto asomada a lo que deseo y no tengo, a lo que tengo sin desear, a la
imperfección que busco aun cuando la dejo de buscar.
Y
vuelvo a pasar por el mismo sitio, y me vuelvo a equivocar, siempre de manera
distinta, pero siempre igual. No es mi meta sino alejarme de una rutina que me
persigue, creerme quien no soy, ser quien no me creo, explorarme sólo por
creerme experta de mí, cuando si encuentro por un instante una verdad se me
escapa entre los dedos, he vuelto a cambiar.
La
tempestad de mi vida no es más que lo que yo me creo, la verdad de quien soy yo
no existe, lo que hago nunca me definirá, pues las palabras no calman un alma
intranquila, sólo ayudan a pensar.