No le importa nada al agua
si el destino del río es
llegar al mar.
Y si llueve menos, y si se
evapora o se estanca, le da igual;
ella sólo se deja llevar.
O si da más de mil vueltas
en un remolino;
si se la traga un pez una
y otra vez
y no acaba el camino;
incluso si el azar le deja
terminar
lo que en principio debía,
ella nunca medía en su viaje,
ella siempre se deja llevar.
Debería ponerme el traje
de las tonterías,
debería soltar las
emociones reclusas,
en mis calabozos presas
sin rejas,
inmóviles por el miedo
absurdo,
inmerecidamente sin ver el
sol.
Debería cabalgar sobre la
locura que soy,
podría por fin ser yo como
la poesía,
ella tampoco se preocupa
de lo que en principio quería,
ella sólo se deja llevar
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