Y el péndulo se aleja… y me encuentro como una masa de humo escéptica. Y, ¿sabes? No miro telediarios, ni leo periódicos ni me informo de nada. A veces me siento un poco ignorante en ese aspecto, como cuando hablan de que alguien se ve que la está liando pardísima en Uganda. Y cuando creo que me intereso y voy a poner el nombre de “Kony” (creo que era kony y creo que era Uganda) en google pienso “bah, ¿de qué servirá?” y me deprimo.
¿Quién me ha robado o dónde he dejado mis ánimos de destrucción social? Supongo que los abandoné cuando me conciencié de que nada sirve para nada. Y sobre todo me conciencié cuando intenté apuntarme a algún voluntariado que fuese compatible con mi horario en Barcelona y no me avisaron de ninguno a los que les mandé mails (gracias…); y sobre todo me conciencio cada día cuando me adentro en un pijolandia extremadamente tópico en el que las chicas son zapatos y los chicos son balones de fútbol. Y me deprime también sentirme zapato. Y me deprime más sentirme zapato cuando odio los zapatos.
Soy una hipócrita y una hereje hacia mí misma. Quiero ayudar a una sociedad que me importa más bien nada. Porque casi todos somos unos gilipollas, y no me apetece ponerme a discutir a ti te ayudo y a ti no. Por lo tanto no me siento suficientemente altruista ni suficientemente hija de puta para ponerme a hacer nada que tenga que ver con gente que no conozco. Y aquí me apetece poner “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
La única reivindicación que me queda es “todos tenemos el derecho de ser unos hijos de puta”.
Me voy antes de que me peguen.
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