Dame sólo un
minuto, para que piense en ellos, dame sólo un minuto para que cierre los ojos
y naufrage en mi alma, semipodrida, absolútamente perdida.
Cuánto cuesta
remover la conciencia, y qué poco dura. Y cuánto dura la agonía, sin dejarse
ver, dejándome pasar por encima, convencida de que no merece la pena pararse a
pensar.
¿Qué hay peor que
sentir que nada tiene sentido? ¿Qué hay peor que dejar de lado todo por la
falsedad que encuentras en cualquier cosa? ¿Qué hay peor que encontrarlo todo
demasiado complicado, demasiado hundido?. Veo demasiado moho sobre todo lo que
importa, siento el vacío de la imperfección, tan profundo e incorregible, que
intentarlo ni siquiera tiene sentido.
Así me columpio en
la superficie, siempre fácil y rápida, pero frágil y agujereada. Hay tanto
mundo dentro que no sumergirme por miedo a ahogarme hace que al final me
axfisie.
Y de repente un
temblor llega a mi alma, y recuerda la última vez que se sintió pura. Qué fácil fue sumergirse cuando no estaba maniatada, cuando pude mirar de frente y atravesé el huracán.
Tal vez sea el momento de atravesarlo de nuevo
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