Tocando jazz en cualquier rincón,
era sonido de la pena transformándose
lo que salía de su saxofón.
Nadie sabe que color tenían entonces sus ojos,
decía que eran rojos cuando ella cantaba,
y que sino viraban entre verde y marrón.
Lucía, bajo la tenue luz de la lámpara,
como un extraterrestre que encaja bien,
y suspiraba, a la vez que bailaba,
las notas que recorrían su piel.
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