30 enero 2011

Odio cuando me siento imbécil, me da igual si es verdad o no, simplemente odio sentirlo. Odio saberlo, y odio odiarlo, odio no ser capaz de conformarme conmigo.

Creo que es algo así como un complejo psíquico. Y odiarlo, y odiar odiarlo me hace sentir aun peor, se retroalimenta, como todo lo que piensas porque lo quieres pensar, porque sientes que lo tienes que pensar.

Y no es sólo por sentirme (digo "sentirme" porque decir "saber que soy" me duele) imbécil, sino por sentirme (y aquí y siempre que use este verbo lo mismo) egoísta, malpensada, cruel... Y lo que hago (hacer=pensar) es justificable, al menos cuando lo hago (no, no lo es). Me gustaría ser capaz de dar ejemplos, pero igual que saber que soy imbécil, los ejemplos que lo justifican también me duelen.

Todo es tan sencillo, todo puede llegar a ser tan sencillo... pero cuando me dejo llevar por mí misma, cuando vivo sin pensar, las cosas dejan de ser sencillas. No sé, parece contradictorio que para llegar a darme cuenta de lo sencillo que es todo tenga que dar vueltas intrincadas alrededor del asunto y que, para ver las cosas complicadas, no necesite nada.

Cada vez que me enfado sin decirlo mi conciencia tiene que sacarme del presente, sentarme en una silla atemporal y hacerme entrar en razón, porque nunca tengo yo razón. Y por eso soy imbécil, por equivocarme, por tener que sentarme mil veces en la misma silla y sacar mil veces las mismas conclusiones.

Dios, ¿es que no cambiaré nunca? <-- Mi conciencia perdiendo la paciencia <-- Pareado


(hay que ver como se parece mi problema a cuando se enredan los cables de los cascos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario